¿Las personas cambian? ¿De verdad se pueden incorporar nuevos hábitos? Creo que con esta frase, podríamos estar debatiendo largo y tendido durante horas, y al final no llegaríamos a ninguna conclusión categórica.
Por un lado están los que defienden que las personas son en esencia las mismas, y que sólo cambian sus comportamientos.
Luego estamos los que creemos, que las personas cambian al modificar sus hábitos (yo creo que somos lo que hacemos), por eso os hablaré de la regla de los 30 días para alcanzar un hábito (aunque si recordáis hablé en otro post de lo que los estudios dicen que se tarda en alcanzar un hábito).
Y por último esta la especie que dice que ni somos inmutables, ni cambiamos, que únicamente “maduramos”. En mi opinión creo que usan eufemismos para no mojarse en sus opiniones de verdad.
¿Tú que crees por cierto?
Ya sabéis que no soy amigo del “si quieres puedes”. Que prefiero a mi pitufo gruñón diciéndome “si quieres tal vez puedas pero-tendrás-que-trabajar-muy-duro-para-conseguirlo” así con coletilla y todo. Y es que ese el secreto para poder hacerlo, querer y trabajar (muy) duro.
Sobre los 30 días, aunque específicamente se sepa que los días que se tardan en formar un hábito complejo son más del doble, sí que son días suficientes para ganar bastante autonomía con el hábito.
Me explico:
Ahora mismo estoy aplicando esta técnica para llevar una lista de tareas. En mi caso, en el Evernote del móvil (pero vale una libretina tipo moleskine que lleves siempre encima), nada más que sale algo que tengo que hacer, lo apunto a la lista de tareas, sin trabajar de modo exhaustivo en el procesamiento de las tareas, procuro revisar la lista una o dos veces al día, e ir haciendo las tareas pendientes.
Así que este mes, estoy tratando de apuntar las cosas según surgen, para evitar dejar la mente libre de tareas (ya he insistido en la importancia de esto, al planificar el estudio), y evitar que se nos olvide algo, y por otro lado, lo mismo cuando se me ocurre algún tema para el blog.
La memoria es muy frágil, y si ya es difícil acordarse de comprar pilas para el mando del garaje, aún más difícil es acordarse justo cuando estás en el momento oportuno para hacerlo (tener que salir del coche cada vez que entraba y salía del garaje, parece que tardó en funcionar como resorte para mi memoria).
Llevo ya casi 30 días, con lo que ahora la mayoría de las veces es instintivo. Saco el móvil y anoto la idea que tenga en la cabeza.
Con lo cual, aún sin tener consolidado el hábito (sólamente simplificado) creo que ya estoy en condiciones de procesar en paralelo el aprendizaje de un hábito nuevo, mientras se termina de consolidar el primero (de manera que solapo el final de uno con el inicio del siguiente).
¿De dónde salen los 30 días?
Steve Pavlina es uno de los gurús (que poco me gusta esa palabra) del desarrollo personal, y cuenta sus experiencias sobre la formación de nuevos hábitos y cómo consiguió reorganizar su vida (básicamente es acercar tu yo real a tu yo ideal ¿te acuerdas de aquel post sobre la Autoestima?).
La idea básica radica en hacer un esfuerzo consciente durante 30 días, de esa manera, te conciencias de que SÓLO son 30 días de sufrimiento (el famoso divide et impera) y costará por tanto menos trabajo hacerlo.
También Leo Babauta, en su método ZTD afirma que son 30 días por cada hábito lo que le llevó a él, de hecho habla de conseguir en un año 10 hábitos de productividad.
Conclusión, incorporar hábitos en 30 o 66 días
Si bien son 66 los días que se tardan en automatizar los hábitos (dos meses de esfuerzo consciente), los hábitos menos complejos (como apuntar todo) entre 21 y 30 días comienzan a automatizarse, viven en un limbo de fragilidad en el que se corre el riesgo de abandonarlos tras dos o tres días de NO llevarlos a cabo, que es donde fracasamos la mayoría, porque su interrupción durante esos días hace que a la vuelta, debamos empezar de cero.
El esfuerzo tiene que estar mantenido un poco más de tiempo. Porque al dejar entonces libres parte de nuestros recursos cognitivos (piensa en tu cerebro, como una oficina con finitos trabajadores, tienes que buscar el punto de equilibrio, entre no hacer tus tareas por sobresaturación y el punto de bajo esfuerzo que lleva a no hacer nada por desidia), podemos destinar parte de esos recursos libres al hábito nuevo, de manera que evitaremos avanzar tan despacio en el progresobde nuestro desarrollo que caigamos en la desmotivación.
No es fácil. La verdad es que no vendrá Harry Potter con su varita a hacernos el trabajo, así que por mucho que por Internet corran las voces de experiencias epifánicas de “expertos” que dicen haber cambiado su vida con un -chas- es mentira. Todo lleva esfuerzo, y muchas veces mucho, por eso es tan importante, saber lo que realmente queremos.
Te invito a que hagas una lista con los malos hábitos que quieras cambiar y con los nuevos que quieras incorporar. Que la ordenes por prioridad y que te pongas a ello, si de verdad quieres ese hábito conseguirás incorporarlo, no se si a la primera, a la segunda o a la tercera, pero lo harás.
Y si tú sólo no puedes, no tengas miedo o prejuicio de pedir ayuda, los psicólogos también están para ayudar a los que estan bien a seguir estando bien o a estar mucho mejor.
Te dejo un cuento que me gusta mucho, y que refleja a la perfección la diferencia entre el “me gustaría” y el “quiero hacerlo”.
El aprendiz visitó su maestro un día y le preguntó: Maestro, ¿ cómo puedo llegar a la iluminación? . El viejo sabio se llevó al aprendiz al rio sagrado, el Ganges. Le hizo arrodillar en la orilla y poner la cabeza justo encima del agua. Entonces el maestro colocó la mano encima de la nuca del aprendiz.
Empezó a empujar y meter la cabeza del aprendiz completamente en el agua. Después de un minuto el aprendiz se puso muy nervioso. Después de un minuto y medio el aprendiz entró en pánico, se movía bruscamente, agitaba los brazos, el cuerpo y la cabeza para poder salir.
El maestro le mantenía debajo del agua. No podía sacar la cabeza del agua. Después de dos minutos cuando pensaba que se iba a ahogar, el maestro le soltó.
El aprendiz saltó del agua, deseando respirar. El maestro se reía; ¿Dime cuál ha sido tu deseo más fuerte ahora?
Poder respirar, dijo el chico.
Ahora bien- dijo el maestro – si tu deseo hacía la iluminación es igual de fuerte, entonces la recibirás.
Ya ves, que no hay más secreto, hay que querer realmente, y muchas veces, el esfuerzo que supone, nos echa para atrás en nuestras metas, y en vez de pensar que realmente NO son nuestras metas, nos engañamos poniéndonos excusas. Si quieres algo de verdad, lucharás por ello, buscarás ayuda y mil modos de hacerlo. Así que Do it!
Fuente con Licencia CC4.0: Psicología Curiosa – ¿Cómo incorporar nuevos hábitos? por Chus Diez.