Cuando pensamos en los sueños pensamos en el dualismo entre ficción-realidad, sueño-vigilia, interior-exterior. Tal y como muestra el cine de Buñuel, al hablar del sueño se habla con la voz del surrealismo. Esta bipolaridad del mundo onírico es evidente en gran parte de nuestra cultura.
Por seguir la línea del mundo del cine, podemos pensar en la película ‘¡Olvídate de mí!’ (espantosa traducción de título original ‘Eternal sunshine of the spotless mind’), en la que el personaje interpretado por Jim Carrey intenta borrar de su memoria a su exnovia con la ayuda de un científico que ha desarrollado un método para eliminar recuerdos, accediendo a ellos a través de los sueños.
La película muestra cómo los sueños no son lógicos, pues no siguen patrones. ¿A quién no le ha pasado? Estás tranquilamente en la oficina cuando, de repente, te das cuenta de que estás desnudo. ¡Qué estúpido! ¡Has olvidado vestirte antes de salir de casa! Pero no te paras más a pensar en ello, porque no es algo tan importante teniendo en cuenta que hay un cocodrilo merodeando y, por tanto, lo primero es ponerse a salvo. Entonces, la cabra que te persigue (¿no era un cocodrilo?) te habla con la voz de tu madre, y te pregunta insistentemente si te has acordado de aquello que te dijo.
Esta visión surrealista de los sueños está bastante extendida en la cultura popular, si bien no es la única que hay. Puede que no hayamos reparado en ello, pero podemos encontrar otras formas de entender los sueños. A mediados del año 2010 llegaba a las pantallas Origen (hablando de traducciones horribles, Inception es su título original).
En ella el director Christopher Nolan nos presenta un panorama distinto, una visión más realista. Sueños y realidad se equiparan hasta el punto de ser difícil distinguir entre ambos. Imagen tras imagen, existe una secuencia. Eso sí, sin inicio ni final, pues hay continuidad argumental, pero no espacial ni temporal.
Esta perspectiva refleja la otra cara de la moneda. Porque también a veces pasamos por esto. Soñamos con un amigo al que hacía tiempo que no veíamos pero al cual hemos visto hoy. ¡Qué casualidad! Tan sólo han sido unos minutos, apenas tiempo para saber que le va bien y seguir con nuestro camino. Y sin embargo esa noche aparece en tu sueño. ¿Acaso estamos reviviendo lo que ha sucedido durante el día?
No es extraño que el mundo del cine haya explorado éstas y muchas otras preguntas acerca del sueño, pues es un tema recurrente a lo largo de la historia de nuestra cultura. ¿Por qué dormimos? ¿Es necesario dormir? ¿Para qué emplear tanto tiempo de nuestras vidas durmiendo? ¿Qué es esa extraña realidad alternativa que vivimos mientras dormimos?
Consultando con la almohada
A pesar de que estas preguntas han suscitado nuestro interés desde el inicio de los tiempos, pocas respuestas podemos ofrecer hoy en día que cumplan un mínimo de criterio científico.
Empecemos por qué es dormir. Si preguntáramos a una sala llena de gente qué entienden por dormir, la mayoría opinaría que es algo parecido a un estado de inconsciencia, como el coma pero menos profundo y, por supuesto, mucho más reversible. Sin embargo, esta creencia popular tan extendida no es correcta.
Dormir es un comportamiento. Esto sorprenderá a más de uno, pues estamos acostumbrados a pensar que el comportamiento se basa en hacer cosas, como caminar, charlar o hacer deporte. No obstante, durante el sueño ocurren cosas.
Actualmente sabemos que una intrincada interacción de neurotransmisores -esas sustancias químicas que las neuronas se transmiten entre sí para comunicarse- en distintas partes del cerebro nos hacen alternar entre estar plenamente despiertos y alerta, a buscar un sitio tranquilo en el que acostarnos.
Pero lo que está claro es que el cerebro no se apaga: muchos estudios de su actividad eléctrica revelan cómo el sueño estimula el aprendizaje, proporcionando herramientas imprescindibles para la formación de la memoria.
Además, el sueño cumple más funciones. Por un lado, ayuda a nuestro cuerpo a volver al equilibrio. Al bajar la tasa metabólica y el consumo de energía, nuestro organismo puede aprovechar para hacer balance: sintetizar o eliminar algunos productos químicos, reparar músculos y otros tejidos, eliminar células envejecidas o muertas, etc.
Un claro ejemplo de este fenómeno de control que lleva nuestro organismo durante el sueño ocurre durante la infancia. La hormona del crecimiento se libera en gran cantidad durante el sueño profundo, pues es en este momento cuando el cuerpo aprovecha para crecer y desarrollarse.
Por otra parte, los investigadores saben hoy en día que descansar un poco con los ojos cerrados ayuda a recordar muchas cosas, desde habilidades motoras recientemente aprendidas, como tocar el piano, hasta lo que llevabas puesto anoche cuando fuiste al cine.
Pero dormir no es un proceso pasivo de almacenamiento de la información, como si guardáramos un vídeo en el disco duro. El sueño reconfigura la memoria. Nos ayuda a editar los recuerdos -añadiendo o eliminando contenido emocional, por ejemplo- y volverlos a almacenar.
“No es tan sólo la huella de la memoria volviéndose más fuerte”, defiende Jan Born, neurocientífico que estudia el sueño y la memoria en la Universidad de Tübingen, en Alemania. “La memoria se reactiva y se vuelve a procesar”.
Arquitectura del sueño
Una noche de sueño presenta cinco fases distintas que se repiten de forma cíclica cada 90 minutos aproximadamente. Una de las fases más investigadas es la llamada “sueño REM” (Rapid Eye Movements, que en inglés significa movimientos oculares rápidos).
En los primeros momentos, los investigadores asumieron que era en esta fase cuando los sueños tenían lugar, y que sería en esos sueños, quizá, donde la memoria sería consolidada. Esta afirmación se sustenta fundamentalmente en la idea de que el cerebro revive las experiencias del día y las almacena de forma duradera.
A mediados de los 90, investigadores del Weizmann Institute of Science de Israel llevaron a cabo un estudio que mostraba que, verdaderamente, el sueño ayuda a mejorar el aprendizaje. Pusieron a un grupo de personas a hacer una tarea en la que tenían que buscar determinados símbolos en la pantalla de un ordenador.
Descubrieron que aquellos que habían dormido lo hacían mejor, y que a más cantidad de sueño REM, más mejoraron. Estos resultados apoyan la afirmación anterior, y sirvieron para fomentar la investigación del sueño como base para la memoria. Sin embargo, en este estudio no se controló que fuera el sueño REM el único implicado en estos procesos.
Hoy sabemos que el procesamiento de la memoria, e incluso los sueños, no sólo tienen lugar en la fase REM. No es objetivo de esta entrada hacer un profundo análisis de todas y cada una de las fases, pero podemos afirmar que el sueño REM nos ayuda a lidiar con el procesamiento emocional de los recuerdos. Sin embargo, gran parte del procesamiento de la memoria durante el sueño se hace durante otras fases.
Desde finales de los 90, los investigadores se han centrado en el papel de la fase llamada “sueño de ondas lentas” (SWS, slow-wave sleep en inglés). En parte, esto se debe a que algunos experimentos con ratas han mostrado que se puede observar el mismo patrón de actividad cuando están explorando un laberinto que, posteriormente, cuando están durmiendo en esta fase del sueño.
Pero esto no es todo. La actividad de nuestro cerebro durante esta fase es a veces muy distinta a cuando estamos despiertos o durmiendo en la fase REM.
¿Qué es lo que ocurre durante esta fase? Durante el sueño de ondas lentas, distintas regiones del cerebro coordinan su actividad. Como una orquesta movida por la batuta de su director, los distintos grupos de neuronas se sincronizan de tal forma que diferentes áreas especializadas cooperan para codificar la información.
En resumen, la fase de sueño REM y la de sueño de ondas lentas son, grosso modo, las principales divisiones de un ciclo del sueño. No obstante, en los 90 minutos que dura cada ciclo aproximadamente, podemos afinar un poco más, encontrando otras fases específicas.
Construyendo el sueño
Como vemos, nuestra concepción de algo tan cotidiano como el sueño no está clara. Desde que la cultura hindú separara el sueño en dos componentes -desvanecimiento de consciencia (Prajna) e imágenes interiores de nosotros en acción (Taijasa)- hace ya 3500 años, hasta la invención del electroencefalograma para medir la actividad eléctrica de nuestro cerebro en tiempo real a principios del siglo pasado, nuestra forma de entender el mundo de los sueños ha evolucionado poco a poco hacia una perspectiva cada vez más científica.
Algunas de las preguntas planteadas en esta entrada siguen aún sin tener una respuesta satisfactoria. Otras, las abordaremos en el futuro. ¿Por qué es importante dormir entre 7 – 8 horas? ¿Es realmente beneficiosa la siesta? ¿Por qué la gente sufre de insomnio? ¿Funcionan de verdad las pastillas para dormir?.
Además, veremos cómo determinadas alteraciones del sueño podrían estar indicando que algo no va bien en nuestro cerebro -¡incluso podrían señalar un inicio precoz de la Enfermedad de Alzheimer!-, o cómo se adapta nuestro organismo a los cambios de ritmos, cuando trabajamos en turnos de noche o cuando viajamos entre diferentes zonas horarias.
Con esta serie de entradas intentaremos ofrecer una idea lo más fiel posible de lo que la ciencia sabe a día de hoy sobre el sueño, el dormir y las ensoñaciones.
Fuente con Licencia CC3.0: Psicomemorias – ¿Por qué dormimos? por Daniel Alcalá López.