El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDA/H) es uno de los trastornos que generan un mayor impacto en los primeros años de vida de niños y niñas que lo padecen tanto a nivel familiar como a nivel escolar y social.
La Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad (FEAADAH) destaca la epidemiología del trastorno en España, existiendo una prevalencia en torno al 5% de la población infanto-juvenil (vendría a ser a un promedio de 1-2 niños por aula).
Debido al impacto creciente de la problemática, existe cada vez más información para el público general y formación para las personas que lo padecen de manera directa o indirecta en su día a día sobre el TDA/H (como nota, las siglas TDA hacen referencia al déficit de atención como causante principal del trastorno; las siglas TDAH incluiría, además del déficit atencional, a la hiperactividad).
Qué sabemos del TDAH
A día de hoy sabemos con evidencia firme que el TDA/H afecta más a niños que a niñas. Por ejemplo, el manual diagnóstico CIE-10 elaborado por la Organización Mundial de la Salud destaca una relación 4/1 en la población general y 9/1 en la población clínica. Las niñas, a su vez, presentan un mayor déficit atencional.
Sin embargo, tanto el DSM-V como el CIE-10, los manuales diagnósticos de referencia, no se ponen de acuerdo a la hora de señalar las distintas causas que pueden provocar la aparición del trastorno. Muchos síntomas están presentes en ambos manuales de diagnóstico, pero cada uno añade u omite algún síntoma que ap, así como en la edad límite (de 12 años para el DSM-V y 7 años para el CIE) para considerar al niño o niña padeciente del trastorno.
En cuanto al trastorno acompañado por comorbilidades, los datos muestran como en el 70% de los casos no se trata de TDA/H puro (es decir, sin trastornos asociados). Los trastornos más frecuentes giran en torno a la depresión, ansiedad, dificultades de aprendizaje, conductas disruptivas, tics, y disociales (no siguen normas y suelen protagonizar conflictos).
Se sabe también que las causas tienen una fuerte carga hereditaria (75% de probabilidad estimada) y neurobiológica. Eso sí, no se debe obviar el contexto en el que se desarrolla el niño/niña como es la familia y la escuela (de hecho, es donde se percibe el impacto del trastorno) y las variables ambientales como pueden ser el clima, sistema económico (nivel socioeconómico de la familia) o la cultura en las que crece el niño o niña
Con respecto a los síntomas más frecuentes del TDA/H, ya se han mencionado a los tres ejes principales (hiperactividad, impulsividad e inatención), pero en torno a estos tres síntomas nucleares se desarrollan otros derivados como una pobre regulación emocional (lo que conlleva a depresiones y/o ansiedad), problemas referentes a reforzadores (es decir, la entrega de recompensas no surte el efecto deseado), baja autoestima y baja tolerancia a la frustración, etc.
Todo esto se enmarca en un desarrollo disfuncional de las capacidades cognitivas junto con el impacto social y la retroalimentación que conlleva (todo su entorno se configura debido a su problema y muchas veces para peor de lo que necesitaría el niño o niña).
Estamos hablando de niños y niñas que están en una etapa de su vida donde aún son muy moldeables y sensibles, el cómo su entorno responda será crucial más allá de lo que le provoca sus síntomas, sentirse cómodo y aceptado, es lo que hará que todo sea más llevadero.
Lo que aún queda por descubrir
Pero volviendo a las causas, se debe tratar los factores genéticos causantes del trastorno, los cuales se encuentran íntimamente relacionados con las variables socioambientales (peso del neonato, la influencia del consumo de tabaco en la madre, el nivel de vida familiar y estatus socioeconómico, la edad de los padres en el momento de nacimiento del niño, etc) (Pineda et al, 2007).
La investigación hasta la fecha aborda la problemática del TDA/H según la terapia psicológica (conductual, cognitivo, cognitivo-conductual), así como la terapia farmacológica (haciendo énfasis en la regulación de los canales de dopamina y de estructuras como el córtex prefrontal).
A su vez, el abordaje terapéutico se focaliza en el tratamiento multimodal (es decir, uso de tratamientos psicológicos y farmacológicos). Los resultados de las investigaciones muestran la eficacia del entrenamiento de padres y la intervención en el contexto familiar (lo importante del contexto familiar es la capacidad de los padres de sobrellevar la situación, más allá de las propias técnicas que se les pueda enseñar para dirigir al niño o niña), así como la resolución de conflictos y problemas, como por ejemplo en el manejo de contingencias en la escuela con sus compañeros (aquí se haría referencia a la incapacidad para guardar silencio, prestar atención al profesor, buscar la atención de sus compañeros, incluso llegar a molestarlos, etc).
El énfasis se encuentra en la relación paterno-filial, centrándose en técnicas como la relajación o el entrenamiento del autocontrol, como por ejemplo, con la técnica de la tortuga (mediante una guía se enseña al niño/a a relajarse para romper la dinámica de pensamientos disruptivos/agresivos; aquí encontraréis más información al respecto: aprendiendocon-tdah).
A nivel neurobiológico los déficits y alteraciones que acompañan a este trastorno pueden afectar bien a la estructura, bien a las funciones del cerebro. Así, las investigaciones y estudios hasta la fecha llegan a la conclusión común de que se produce una ralentización del desarrollo madurativo del cerebro de un niño/a con TDA/H.
Específicamente en áreas como el córtex prefrontal, cerebelo (disminución de la vermis en relación a procesos atencionales), cuerpo calloso (zona anterior, vinculadas con la impulsividad y la hiperactividad) y los ganglios basales, siendo tanto el córtex prefrontal como el cuerpo calloso y la corteza cingulada anterior las zonas donde se dan alteraciones significativas. Así, las áreas de la corteza lateral prefrontal y lóbulo temporal son las que sufren una mayor degeneración madurativa.
Estas áreas interconectadas adquieren un matiz a nivel sintomático muy importante, ya que integran todas las funciones que aquejan a los pacientes con TDA/H (verborrea, incapacidad para relajarse, incapacidad para terminar tareas, facilidad para distraerse, olvidadizo, impaciente).
Una matización a destacar en lo que se refiere a sintomatología es el estudio poblacional realizado por el proyecto PANDAH donde se concluye la existencia de la trivialización del trastorno en la población general (lo típico, “este niño no para quieto, por lo tanto, este niño es hiperactivo”), es importante destacar esto por los recurrentes falsos positivos y la dramatización que se genera con el tema.
Al hilo de esto, la misma organización ha llevado a cabo un estudio Delphi (reunieron a un grupo heterogéneo de expertos sobre el tema para llegar a un consenso, en este mismo enlace se encuentran los resultados).
En contraste con todo lo expuesto anteriormente, la terapia de inducción de neuroplasticidad (al proceso se le denomina plasticidad cerebral) ha mostrado datos significativos en cuanto a la mejora del déficit atencional y la regulación emocional a edades tempranas.
Sobre este tema podemos hablar largo y tendido, nos limitaremos a mencionar el artículo de Elbert (1995) publicado en Science en el cual muestra los cambios plásticos que se producen a nivel cerebral en músicos en comparación con grupo control (es decir, personas que no tocaban instrumentos). En el siguiente enlace “Neuroplasticidad, un nuevo paradigma para la educación” escrito por J. Guillén, se recogen muchas ideas sobre la neuroplasticidad. Por último, en otra entrada, se ha abordado el tema en cuestión, Plastilina cerebral o por qué aprendemos cosas.
Un apunte teórico indica que los procesos atencionales no se desarrollan mucho más allá de los siete años, teniendo un potencial de desarrollo hasta la adolescencia los mecanismos relacionados con las emociones y la inhibición. Esta idea es muy relevante para entender la problemática del trastorno desde un punto de vista neurobiológico (por ejemplo, al entender que el lóbulo frontal es el área del cerebro encargada de la regulación del movimiento y de las emociones que más tarde en desarrollarse).
En resumen, se sabe que el trastorno se debe a causas neurobiológicas (se amplían las posibilidades de padecerlo si el padre lo ha padecido) y que el ambiente (clima, cultura, familia, escuela, etc) puede modular en mayor o menor medida el impacto sobre el niño o niña.
En cuanto al aspecto clínico, se aborda el trastorno desde el déficit atencional, la impulsividad y la hiperactividad, existiendo terapias de corte conductual, cognitiva y cognitiva-conductual (como la técnica de la tortuga descrita líneas atrás), así como, terapias enfocadas hacia el entrenamiento de padres y profesores. En el siguiente artículo se abordará la técnica del mindfulness y la terapia farmacológica en profundidad.
Referencias
Pineda, D. A., Palacio, L. G., Puerta, I. C., Merchán, V., Arango, C. P., Galvis, A. Y., … & Arcos-Burgos, M. (2007). Environmental influences that affect attention deficit/hyperactivity disorder. European child & adolescent psychiatry, 16(5), 337-346.
Shaw, P., Eckstrand, K., Sharp, W., Blumenthal, J., Lerch, J. P., Greenstein, D. E. E. A., … & Rapoport, J. L. (2007). Attention-deficit/hyperactivity disorder is characterized by a delay in cortical maturation. Proceedings of the National Academy of Sciences, 104(49), 19649-19654.
Elbert, T., Pantev, C., Wienbruch, C., Rockstroh, B., & Taub, E. (1995). Increased cortical representation of the fingers of the left hand in string players. Science, 270(5234), 305.
Fuente con Licencia CC4.0: Psicomemorias – ¿Qué se sabe sobre la problemática del TDAH? por Daniel Alcalá López.