No existe un claro consenso sobre la definición de “emoción”, definiéndose muchas veces como una alteración o agitación repentina causada por un sentimiento fuerte de miedo, sorpresa, alegría, etc. Algunos autores se centran en la dimensión afectiva y otros prefieren centrarse en los aspectos fisiológicos o comportamentales.
En cualquier caso se considera emoción primaria o simple a las que son acompañadas por expresiones faciales o gestos universales independientemente del ambiente o la cultura. De estas existen seis: alegría, tristeza, miedo, enfado, sorpresa y asco. Una emoción compleja o secundaria es el resultado de la combinación de varias emociones simples, por ejemplo: nostalgia, amor…
Hay que tener en cuenta también que hay una diferencia entre lo que es el sentimiento y la emoción, ya que están controlados por circuitos y estructuras neurológicas relacionadas pero diferentes. El sistema que controla las emociones es el sistema límbico. En el circuito participan estructuras importantes: amígdala, hipocampo o corteza.
Por su parte la información olfativa es leída en nuestro cerebro gracias a dos tipos de áreas: corteza (produce la percepción consciente del olor) y sistema límbico (da el componente inconsciente: olor agradable, desagradable y emoción).
Como podemos comprobar ambos sistemas (emociones y olfativo) se encuentran relacionados estructuralmente en nuestro cerebro. Esto facilita un aprendizaje asociativo: un olor es fácilmente asociable a una situación, con la emoción del momento, creando así un recuerdo asociado a un olor.
Esto es el motivo por el que determinados olores o fragancias nos transportan a situaciones pasadas, incluso de nuestra niñez y evoquemos lugares o acontecimientos relacionados. Además del recuerdo se produce una emoción (alegría, tristeza, nostalgia…) correspondiente a la emoción que nuestro cerebro tiene asociada a ese olor.
Distintos desórdenes emocionales, depresión, bipolaridad, o ansiedad tienen una relación muy importante con el sistema olfatorio. Por ejemplo una interacción exagerada entre emoción y olor en estados de humor negativos convierten olores neutros en aversivos, convirtiéndose posteriormente en olores causantes de ansiedad y depresión en ambientes estresantes.
Además el olfato tiene una gran influencia en el comportamiento social. El olfato parece jugar un papel primordial en la elección de pareja y ayuda a detectar emociones en otras personas. Existen estudios que demuestran que personas que nacen con un defecto en el sistema olfativo o con una capacidad menor para diferenciar olores por cualquier motivo tienen una gran inseguridad social.
Los hombres que nacen con un sentido de olfacción disminuido tienen menos relaciones sexuales y mujeres afectadas por esta disminución de la percepción olfativa se sienten menos seguras con su pareja. Esto es una muestra de la importancia del olor en las relaciones personales y la gran importancia en la aceptación social de este.
Los olores pueden modular humor, cognición y comportamiento. Debido a esta capacidad para modular el humor gracias al papel del sistema límbico podemos clasificar de forma general olores que nos relajan o que nos exciten, es lo que se conoce como aromaterapia y se basa en el doble uso funcional del sistema límbico: emocional y olfatorio.
Fuente con Licencia CC3.0: Drosophila – El aroma de las emociones por Sara Pinto Morales.