Errare humanum est, sed perseverare diabolicum (“Errar es humano, pero perseverar en el error es diabólico”) -Proverbio latino.
No somos perfectos. Todos nosotros nos equivocamos. Y a veces nuestros errores hacen daño a los demás. Incluso a veces esos errores son intencionados, porque queríamos realmente hacer daño. Luego lo pensamos mejor y nos gustaría cambiar las cosas, pero ya no podemos regresar al pasado.
Pues bien, aunque nos hayamos equivocado, aunque hayamos perjudicado a otros, aunque viajar en el tiempo sea imposible y, por lo tanto, a día de hoy sea demasiado tarde para rectificar, siempre podemos mejorar la situación si estamos dispuestos a aceptar nuestras faltas y a pedir perdón por ellas.
Pero no se trata de decir simplemente “lo siento”. El proceso de pedir perdón debe ser un poco más elaborado para que sea efectivo.
Si habéis ofendido a alguien y desearíais no haberlo hecho, podéis seguir estos pasos, que aunque sencillos nunca son fáciles:
“Escucha, me gustaría decirte algo y no quiero dejar pasar más tiempo. Si tienes un minuto podríamos hablar. Sé que actué mal en aquella ocasión. Te dije esto, hice esto otro y no tuve en cuenta cómo te sentirías. Soy consciente de que por mi culpa hubo tales consecuencias. Si pudiera volver atrás en el tiempo, creo que lo que tenía que haber hecho o dicho era esto otro.
En el futuro, si alguna vez volvemos a estar en una situación parecida, yo actuaré de esa manera y, ante las mínimas señales de lo contrario, recuérdame estas palabras porque no las voy a olvidar. Además, haremos tal cosa para evitarlo y voy a poner de mi parte los medios necesarios. Sé que no puedo deshacer lo hecho, pero me gustaría compensarlo de alguna manera para que te sintieras mejor. Por favor, dime qué puedo hacer”.
Por supuesto, a pesar de hacer todo esto, la otra persona estará en su perfecto derecho de no perdonarnos y, faltaría más, deberemos respetar su decisión. Aun así, seguramente los dos os sentiréis mejor.
En la película de 1982 que narra la vida de Mahatma Gandhi, durante uno de los frecuentes ayunos que Gandhi iniciaba como protesta por los estallidos de violencia entre hindúes y musulmanes, entra un hombre hindú en su estancia y tiene lugar el siguiente diálogo:
─ ¡Come! ─le exhortó─. ¡Aliméntate! Cargo tantas culpas en mi alma que no quiero llegar al infierno llevando sobre mis espaldas el fardo de la muerte de otro inocente. ¡Ya maté a uno!
─ Sólo Dios decide quién va al infierno —contestó Gandhi.
─ ¡Es que le di muerte a un niño! ¡Estallé su cabeza contra un muro! ¡El peso de esa culpa no me deja ni respirar!
─ ¿Por qué le diste muerte? ─preguntó Gandhi.
─ ¡Es que los musulmanes mataron a mi hijo! ¡A mi niño que era así de alto! ¡Fueron ellos! ¡Los musulmanes lo mataron!
─¿Quieres que te diga cómo puedes compensar un poco el daño que hiciste y, de paso, curar en algo el remordimiento que no te deja vivir? ─preguntó Mahatma con la voz debilitada por el ayuno.
─ ¿Cómo? ─espetó el hindú.
─Encuentra a un niño. A un niño musulmán cuyos padres hayan muerto a consecuencia de esta lucha fratricida que los está aniquilando. Sí; a un niño así de alto, como tu hijo muerto. Adóptalo y críalo como si fuera tuyo.
─ Pero, asegúrate de que sea musulmán —continuó Gandhi—. ¡Y edúcalo de acuerdo con sus tradiciones! ¡Fórmalo como lo que es: un musulmán! Y haz de él un hombre de provecho.)
Fuente con Licencia CC4.0: Psicología Bay – Cómo pedir perdón por Vicente Bay.
Usamos Cookies para tu mejor experiencia