Dudo que exista un nombre para la preferencia sexual por personas que se acercan al modelo de belleza establecido. Sentir atracción solo por esos cuerpos es “lo normal”.
Jamás he conocido a nadie en quien no pueda percibir belleza. Aplicando la mirada adecuada, es posible observar a cualquier persona y recibir la alegría de ser testigo de algo bello. Todos los cuerpos me parecen bonitos. ¿Es una enfermedad?, ¿tengo cura?
En las distintas culturas y en los diferentes momentos de la historia la presencia de un canon de belleza al que aspirar y que desear es una constante, si bien el cuerpo representativo de la belleza varía desde rasgos generales como el grosor, la altura o el color de piel adecuados hasta aspectos muy concretos como el peinado.
Estos ideales que podemos entender como hasta cierto punto inevitables, no tienen comparación con la fuerza y la crueldad del canon de belleza de la sociedad occidental actual. Nuestros modelos vienen respaldados con la difusión y el impacto provocado por los medios de comunicación de masas, el poder hegemónico en internet y el propio sistema capitalista, que se benefician de esta opresión y la promueven.
Desde ciertos espacios más o menos marginales se está abriendo los ojos a una realidad innegable. Los patrones de belleza a seguir nos oprimen, especialmente a las mujeres, en tanto que nos fuerzan a encajar en un modelo concreto e inalcanzable para todas las personas.
Esto no es casual sino intencional, puesto que forma parte de un sistema económicamente rentable y de control social. Además, nos rendimos a seguirlo puesto que constantemente nos vemos sometidos a la idea de que la felicidad y la aceptación social pasan porque nuestros cuerpos se aproximen lo más posible a lo que aquí y ahora se considera belleza.
Pero hay otra esclavitud en todo este entramado que, desde mi punto de vista, permanece aún más velada. Los cánones de belleza no sólo nos dicen cómo deben ser nuestros cuerpos, sino también cómo deben ser los cuerpos que deseamos.
Igual que se nos vende un buen jamón, un coche o un detergente para la lavadora, también recibimos la imagen de cómo son aquellos a los que debemos aspirar en nuestro deseo sexual. La doctrina de la belleza nos controla y nos dirige en un ámbito tan supuestamente privado como es el de nuestra propia sexualidad.
Es por esto que conseguir una pareja cuyo cuerpo esté cercano al modelo de belleza imperante está premiado socialmente, nos resulta un logro admirable y valioso (especialmente si se trata de una pareja exclusivamente sexual, aunque también cuando es sentimental).
Se trata de un mecanismo de regulación con premios y castigos por el cual pronto entendemos cuál es el camino a seguir e interiorizamos qué cuerpos está socialmente establecido que debemos desear sexualmente.
No hablo únicamente de las trabas impuestas cuando el cuerpo de deseo es considerado como feo, demasiado grande, demasiado pequeño, o cuando no pertenece a la raza/etnia mayoritaria. Hablo también, por ejemplo, de cuerpos trans o de cuerpos con diversidad funcional.
¿Se nos permite desearlos sexualmente sin ser encasillados en algún tipo de problema de carácter sexual o psicológico? Lo cuestiono, y ejemplo de ello son las denominadas filias sexuales. Hay un nombre para la preferencia sexual por personas gordas (anastimafilia) o por personas con problemas de motricidad (abasiofilia).
Entiendo que nombrar es importante en el sentido de que a menudo lo que no se nombra se ignora, no existe. Pero, aunque me arriesgo a equivocarme, dudo que exista un nombre para la preferencia sexual por personas que se acercan al modelo de belleza establecido. Sentir atracción solo por esos cuerpos es “lo normal”.
Con frecuencia, encuentro quien justifica el deseo predominante hacia personas que cumplen el estándar de belleza con argumentos basados en determinismos biológicos. Es decir, hay quien sostiene que la atracción sexual podría fundamentarse únicamente en cuestiones biológicas y de reproducción.
Por ejemplo, se creería que no nos atraen cuerpos con diversidad funcional porque de manera inconsciente sabemos que podrían no ser buenos para la reproducción de la especie (y esto es muy relativo). En este sentido, también se podría afirmar que producen más atracción los hombres violentos porque esta característica se asocia a altos niveles de testosterona.
Pero, además de que los cuerpos considerados bellos aquí y ahora no coinciden siempre con los que más facilitarían la reproducción, el componente cultural en la sexualidad de las personas es fundamental. El tamaño de la corteza cerebral en los seres humanos permite acumular aprendizajes que dependen de la cultura en la que se vive.
Es posible que lo aprendido cambie e incluso inhiba en cierta medida algunos procesos básicos, por lo que tenemos capacidad de desligarnos del determinismo biológico absoluto. La sexualidad se aprende y, en consecuencia, también se desaprende.
El proceso de comprender que nuestros cuerpos son fascinantes, bellos y merecedores de admiración por el propio hecho de ser lo que son, implica entender también la belleza en el cuerpo ajeno.
Nos empoderamos cuando nos permitimos querernos sin limitaciones, pero también cuando tomamos la decisión de desear sexualmente sin restricciones, sin frenos impuestos, y merece la pena luchar por ello. Hasta que no lo consigamos, nos estamos perdiendo una gran parte de nosotros mismos.
Fuente con Licencia CC4.0: Malicieux Magazine – Los cuerpos que deseamos por Irene Adarve.
Usamos Cookies para tu mejor experiencia