“Me convertí en un loco con grandes intervalos de horrible cordura” –Edgar Allan Poe
Cuando navegamos por las biografías de los grandes personajes de nuestra historia, a menudo nos encontramos con que las mentes más prodigiosas entrelazaban sus más brillantes producciones con las excentricidades más variopintas.
Las obras de la literatura, la música y la pintura más destacadas están salpicadas de los vaivenes emocionales más radicales: de momentos de éxtasis desmesurado y exaltación de la vida y pensamientos de una fuerza vital contagiosa, a tristes melodías que parten el corazón, surgidas de los pozos más oscuros y solitarios del alma humana.
Las mentes de las que provienen esconden un genio que está detrás. Pero… ¿qué es lo que hace a estos genios tan particulares? En la línea que separa el “ya decía yo que ese rarito iba a llegar a algo grande”, del “se veía venir que siendo tan extraño iban a terminar encerrándolo”, ¿es la locura el precio a pagar por una mente sobresaliente?
En primer lugar, ¿qué es la locura? Si seguimos la definición de la RAE, la locura es la privación del juicio o del uso de la razón que, por lo general, induce al individuo a actuar en contra de las normas establecidas.
La locura es, pues, una condición universal ya que el loco es aquél individuo que va en contra de la cultura dominante. Ya desde la antigüedad, los habitantes del Mediterráneo grecolatino ensalzaban las virtudes de la locura como inspiración de los dioses, y reconocían las peculiaridades de ciertos individuos que no parecían ajustarse a los cánones culturales de sus semejantes.
Desde los radiantes santuarios de Apolo, dios del Sol, sede de locos profetas, pasando por la locura extática de los templos de Dionisio, patrón de la distensión y desmesura, hasta llegar a la forma más elevada de locura: el amor, encarnado en el loco enamorado, cautivo de las artes de Eros y Afrodita.
Figura misteriosa y paradójica la del loco, ya que, si nada en el ser humano es ajeno a la cultura, éste simboliza el esfuerzo por nombrar lo que está más allá de los límites consensuados: aquellas aguas limítrofes con el fin del mundo de los viejos mapas, en las que se dibujaban dragones y quimeras, y por las que ningún capitán se había atrevido a navegar.
Es, quizá, por aquí, por el fin del mundo conocido, por el que podemos empezar a entender la relación entre genio y locura. Es en los extremos donde vamos a buscar los orígenes de ese pensamiento sobresaliente del genio, en lo que hoy en día conocemos como Trastorno Bipolar.
De la locura al trastorno
Como ya hemos visto, la locura tiene una larga trayectoria histórico-cultural. Ya Hipócrates, famoso médico griego del siglo IV a.E.C., distinguía entre “melancolía” para referirse a estados de tristeza permanente, y “manía” como forma de “prominente locura”.
No será hasta a finales del siglo XIX que el psiquiatra alemán Kraepelin populariza, a través de su manual de psicopatología de 1896, el término “enfermedad maniacodepresiva”, diferenciándola de la demencia precoz (a la que hoy en día llamamos esquizofrenia).
Con esto quiso describir ciertas formas “circulares” de locura, que tendían a repetirse en episodios, en una suerte de montaña rusa que alterna estados de depresión con estados de euforia y excitación excesivas. Las dos caras de la enfermedad, la depresión y la manía, se establecerán como uno de los diagnósticos más destacados del siglo XX y XXI.
¿Qué es el Trastorno Bipolar?
El Trastorno Bipolar es un tipo de desajuste del afecto, caracterizado por variaciones extremas del estado de ánimo, expresado en quien lo sufre en cambios de humor, energía y conductas que interfieren con la capacidad de realizar las rutinas cotidianas. Las personas que padecen este diagnóstico alternan episodios de extrema “tristeza” con extrema “alegría”, también llamados de “depresión” y “manía”.
Entendemos que es un trastorno del estado de ánimo, y no los vaivenes normales producidos por los eventos cotidianos, porque el mismo humor está desvinculado del entorno del individuo y de sus circunstancias vitales. A nivel más técnico, los Psicólogos Clínicos y Psiquiatras distinguen entre Bipolar Tipo I (aparición de un episodio de manía “total”) y Tipo II (en el que aparece ánimo depresivo predominante, y síntomas de hipomanía).
Así, tenemos por un lado los síntomas de manía, siendo los más extremos y dramáticos del trastorno. Con una sensación enaltecida del bienestar, ánimo elevado, confianza y sentimientos agradables, el ánimo progresa hasta un estado de euforia, concentración afilada y pensamiento acelerado, hasta desembocar en ánimo irritable al ser contradicho y hasta delirios de grandeza.
Aumentan los niveles de energía, la libido, y disminuyen la necesidad de comer y dormir. Los riesgos de los episodios de manía suelen englobarse en conductas temerarias, promiscuidad sexual e hiperreactividad que afectan directamente a las relaciones sociales del afectado.
La hipomanía, por su parte es una forma menor de manía, con los síntomas de ésta, pero más moderados y de menor duración; es mucho más frecuente, pero si se deja sin tratar puede llevar a manía o depresión.
La depresión incluye la otra cara de la moneda: desde el ánimo irritable y decaído, la falta de energía y los pensamientos negativos persistentes, hasta los sentimientos de culpa y desesperanza que desembocan en retraimiento social. Los síntomas más característicos del estado de depresión son la falta o el exceso de sueño, la ausencia de interés en las relaciones sexuales, dolores de cabeza, falta de energía y pérdida del apetito.
Si bien se desconocen las causas concretas, se apunta a un desajuste neuroquímico en los sistemas noradrenérgico (vinculado a la depresión), serotoninérgico (que contribuye a la regulación del ánimo), y dopaminérgico (relacionado con las funciones de placer y recompensa del cerebro).
A nivel genético existe cierta prevalencia familiar, y se conoce que las probabilidades de que un hermano gemelo desarrolle el trastorno cuando el otro ya lo tiene oscilan entre el 40% y el 70%. Uniendo los factores genéticos, los estresores medioambientales pueden funcionar de desencadenantes del trastorno en personas con esta predisposición.
Si bien en la actualidad no existe un único tratamiento para el Trastorno Bipolar que elimine por completo la sintomatología, ya que es una condición crónica (para toda la vida), la persona que padece la condición puede aspirar a una calidad de vida alta gracias a la psicoterapia y los psicofármacos (estabilizadores del ánimo, como el litio, fueron muy populares en los 70).
Es, precisamente, de la combinación de estas dos aproximaciones, la terapia y la medicación, de la que se derivan los mejores pronósticos a la hora de abordar estos casos. Como explica la doctora Kay Redfield Jamison, eminencia en Psicología en el estudio del trastorno bipolar, que ella misma padeció, “el litio puede que modere la enfermedad, pero la psicoterapia enseña a vivir con ella”.
Los genios locos
Volviendo a nuestra particular travesía, algunos de los personajes más destacados de la historia sufrían esta peculiar condición. Para Ludwig van Beethoven fue durante largos episodios de depresión que sus composiciones más destacadas fueron escritas, aun contemplando, como se ve en las cartas que dejó a sus hermanos, la posibilidad del suicidio en más de una ocasión.
Era, además, bien conocido en su círculo de amigos por sus momentos de “exaltación” en los que podía componer varias obras a la vez, además de descontrolarse en ataques de ira durante las reuniones sociales.
Winston Churchill, por su parte, no sólo tuvo que luchar en el terreno político, sino que tuvo su propio campo de batalla en su propia cabeza. Solía quejarse en sus escritos y a sus más allegados de que sufría del “perro negro de la depresión”, mientras se sentaba largas horas en la Casa del Parlamento meditando acerca del suicidio.
Durante sus etapas de manía era capaz de mantenerse en vela toda la noche escribiendo, hasta el punto de que pudo compaginar sus labores políticas con la redacción de hasta cuarenta y tres libros. El perro negro le acompañó toda su vida.
Sir Isaac Newton es otra de esas misteriosas figuras que, desde una óptica contemporánea, podría haber padecido una colección de trastornos interesante. Este genio de las ciencias sufría subidas y bajadas periódicas en el estado de ánimo con lo que hoy llamaríamos síntomas psicóticos.
Y, aun así (¿o gracias a ello?), inventó el cálculo, explicó las mecánicas gravitatorias, construyó telescopios y montó su propio laboratorio alquímico en el sótano de su casa para destilar la piedra filosofal (todos tenemos hobbies).
La mente y sus posibilidades
Más allá de las extravagancias y curiosidades que estos músicos, políticos y científicos nos pueda suscitar, me gustaría que el texto sirviese también para reflexionar acerca de la diversidad de la condición humana y las maravillas de nuestra mente.
Somos individuos realmente únicos e irrepetibles, y nuestras formas particulares de expresarnos, en contra de los dogmatismos y verdades absolutas, es lo que nos aporta riqueza en un mundo ya de por sí rico en colores, lo que nos hace a todos especiales (no sólo se iban a llevar crédito los genios, ¿no?).
Es por eso que esta disciplina, la Psicología Clínica, que estudia el sufrimiento como la condición más humana y universal, aspira a entender esta diversidad desde un marco inclusivo y abierto. Poner el énfasis, pues, en que lo diferente no es necesariamente negativo, como se ha visto, aunque no siempre sea fácil sobreponernos a los prejuicios y las ideas preconcebidas.
A fin de cuentas, es normal que la excentricidad nos cause incertidumbre, y ese es uno de los retos a los que los profesionales de la psicología se enfrentan cada día. Así concluimos, con el ánimo de que, reflexionando sobre el sufrimiento ajeno, podamos entender que quizás todos estemos un poco (genialmente) locos.
Para saber más…
Belloch, A.; Ramos, F.; Sandín, B. (2009) Manual de Psicopatología. Volumen II. Madrid, España. Mc Graw Hill.
Mondimore, F. M. (2005). Kraepelin and manic-depressive insanity: an historical perspective. International Review of Psychiatry (Abingdon, England), 17(1), 49–52. http://doi.org/10.1080/09540260500080534
Pérez Álvarez, M. (2012) Las Raíces de la Psicopatología Moderna: La Melancolía y la Esquizofrenia. España, Ediciones Pirámide.
Redfield Jamison, K. (1996) Una Mente Inquieta: Testimonios sobre afectos y locura. Editorial Tusquets Editores.
Fuente con Licencia CC4.0: Psicomemorias – Elegidos de los Dioses: ¿Genio o Locura? Reflexiones sobre el Trastorno Bipolar por Álvaro Meléndez.
Es la primera vez que leo algo sobre este trastorno,tendrè que leerlo una segunda vez para comprender mejor. Me intereso en el tema por una persona que segùn otra tiene este trastorno.